viernes, 2 de mayo de 2008

Personajes históricos fascinantes: Domingo Badía, a.k.a. Alí Bey


“Queriendo ser util á mi Patria y á toda Europa emprendí un Viage cientifico, con mil sacrificios y riesgos. Hallandome en el, y viendo que podía cambiar de objeto con mucha gloria y prosperidad de España, he propuesto una empresa guerrera y atrevida, que aumenta mis peligros y mis sufrimientos.”

Proyecto del Viajero Alí Beik Abd Allah para Conquistar el Imperio de Marruecos, perfeccionado después de mi sesión con Él, por el Coronel Amorós

Intro

Bueno, quizá no fue tan fascinante como pudieron serlo el barón Ungern o el doctor Torralba, pero bueno, algo interesante tiene. El viejo Coyote quería titular la entrada como “Personajes históricos interesantes”, para distinguirlo, pero algunos de los miembros más maniáticos del equipo insistieron en dejar tal título, en honor al orden y la coherencia interna, y parezca algo así como una sección fija, cosa que a la mayoría nos da al fresco, por no decir que nos resbala. Pero por no discutir, así se queda.

La vida y obras de Alí Bey, nacido en 1767 bajo el castizo nombre de Domingo Badía y Leblich (también conocido como Domènec Badia i Leblich en su Catalunya natal), han sido por lo general poco o nada divulgadas. Y el Coyote seguiría ignorando su existencia si no fuese por un libro desvencijado y estropeado que encontró una mañana lluviosa en el parque; el libro en concreto llevaba el título de “Viajes por Marruecos”, que es una versión más corta del original, que era “Viajes por Marruecos, Trípoli, Chipre, Arabia, Siria y Turquía”. Su mayor logro, y más reconocido, fue el de ser el primer blanco occidental en acceder al interior del santuario de la Kaaba, en La Meca – probablemente, de haber sido descubierto, habría sido lapidado o alguna cosa parecida.

Pero no fue lo único que hizo, ni mucho menos. Desde siglos atrás, entre los españoles, hasta el momento, de toda la Berbería, apenas la habían visitado, obligados por las circunstancias, cautivos de los piratas berberiscos, y sus correspondientes rescatadores – profesión ya perdida, no así la de la piratería, cuyo curioso nombre es el de alfaqueque, y uno de sus más insignes representantes fue don Augusto Torres de Villarroel, personaje que dejaremos para otra ocasión. Para la época de Badía, el Reino de España ya tenía algún que otro embajador en el Reino de Marruecos, a los que usaban para negociar la compra de trigo, así como mediar en el eterno asunto pesquero, pero estos se instalaban, por supuesto, en las ciudades de la costa. Badía, bajo la personalidad de Alí Bey, fue de los primeros occidentales en adentrarse al interior, e incluso alcanzó hasta el Atlas y, según cuenta, trabó contacto con los clanes nómadas.

Domingo Badía, que conjugó en su figura una mezcla de hombre de ciencia total (para la época un ilustrado, vaya) y desventurado aventurero sin cabeza, al más puro estilo español, concibió la atrevida idea de hacerse pasar por un musulmán entre los musulmanes, y así poder visitar con comodidad, y sin riesgo para su persona, aquellas tierras prácticamente desconocidas para los europeos. Sin riesgo de ser reconocido a legua como europeo y ser inmediatamente asaltado, por decir algo; también llevaba su parte de riesgo tomar vestiduras y hacerse pasar por moro, sobre todo en el caso de ser descubierto. Entonces con toda seguridad sería acusado de espía, y si hoy día los presidios marroquíes y en general africanos provocan pavor sólo de ser mencionados, no queremos imaginar cómo serían a finales del siglo XVIII.

Badía sobrevivió, pero sólo para tener un final aún más oscuro.

Preludios y preparativos del viaje

  • 1767 (1 de abril), nace Domingo Badía y Leblich, en Barcelona. Se cría, sin embargo, en un pueblito de Almería donde había sido destinado su progenitor como Contador y Tesorero, donde se muestra como un aventajado e inquieto estudiante (según algunos, allí fue donde aprendió a amar el mundo árabe y comenzó a gestarse su sueño orientalista).
  • 1792, estando en Córdoba como Administrador de la Real Renta de Tabacos, escribe bajo el prosáico seudónimo Polindo Remigio un Ensayo sobre el gas y máquinas o globos aerostáticos.
  • 1795, después de un largo tiempo de espera consigue la concesión por parte del Consejo Supremo de Castilla la licencia para construir y hacer volar dicho globo aerostático, cuyo proyecto lleva al fracaso, hasta el punto de que la licencia es retirada (por petición del padre de Badía). Según parece, ensayó una prueba pero todo se fue al traste por malas predicciones del tiempo (y es que los almanaques no eran nada fiables). El Coyote asomó el hocico por un beth (es como un aleph, pero más pequeño) y fue testigo desde ese privilegiado vórtice del fracaso del joven Badía, y pudo ver cómo se autodestruía el ingenio volador. Incluso pudo escuchar el consejo que le dio su suegro, diciéndole que las aventuras no eran nada seguras, que era mucho más fiable y daba mucha más tranquilidad de espíritu un puesto en la administración. Toda aquella historia de los globos venía porque un visionario Badía había concebido todo un ejército de aquellas maravillas volantes, al servicio del Reino.
  • entre 1795 y 1798 termina la traducción de un tratado de meteorología, lo que le permite hacerse con grandes conocimientos sobre la cuestión; antes y después, Badía se dedica al estudio de distintas y variadas disciplinas científicas, e igualmente comienza el aprendizaje del idioma árabe, así como de la historia y costumbres de los pueblos de la media luna. Más que un ilustrado, pareciera un precedente de los diletantes y sportsmen del XIX.
  • 1799, se traslada a la Corte, buscando favores de la administración real para sus proyectos. En ese tiempo trabaja como bibliotecario del príncipe de Castel-Franco; es de suponer que fue el mejor puesto que pudo conseguir, entre tanto arribista y pedigüeño que ansiaba medrar a costa del torpón de Carlos IV y su avispado valido Godoy, conocido como el Príncipe de la Paz, entre otros pretenciosos títulos.
  • 1801, presenta a Godoy su proyecto, que intitula “Plan de viaje al África con objetos políticos y científicos”, incluyendo un “Memorial con Carta Geográfica con descubrimientos nuevos”, donde descubre lo que se propone, al amparo de la Corona y bajo mecenazgo del valido; ese mismo año es aprobado el proyecto por el rey. Godoy, en su despacho de Aranjuez, presionado por la inevitable y sucesiva independencia de las distintas colonias en América, y la consiguiente pérdida de fuente de materias y riquezas para España, empieza a concebir ideas peregrinas.
  • 1802, el 12 de mayo; Badía y Rojas, su ayudante, parten a París y Londres, donde realizan las disposiciones para el viaje definitivo a Marruecos. Este Rojas era un joven y prometedor botánico que había sido recomendado por la Academia de Historia, en respuesta a la consulta hecha por Godoy. Y, de hecho, aquellos apoltronados y conservadores académicos estuvieron a punto de dar con todo al traste, y llegaron a aconsejar que mejor aprovechar los ímpetus de Badía en menesteres más provechosos. He aquí un extracto:

“A pesar de todas estas reflexiones, ha parecido á la Acad.ª tan laudable el zelo y espiritu de Badia para ejecutar empresas arriesgadas, que opina que se le podría emplear en las de mas directa utilidad para España, como en viages del interior de la America Septentrional en los confines de nuestras posesiones, si S. M. lo estimase conveniente”

Informe de la Academia de la Historia sobre el Viaje al Interior de Africa propuesto por D. Domingo Badia

  • en París consultan con la Academia de las Ciencias, toman nota de los puntos geográficos y náuticos que precisaban comprobación experimental. El obispo Talleyrand se entrevista con ellos y prepara cartas de recomendación para los embajadores franceses en Marruecos; en Londres Badía adquiere los instrumentos de medición pertinentes y se entrevista con miembros de la Royal Society. Un punto que parece polémico y en el que los historiógrafos no han conseguido ponerse de acuerdo es si realmente Badía se hizo circuncidar en secreto (o no) por el célebre cirujano sir William Blizar. Al parecer, si lo hizo, fue a escondidas de Rojas, aunque este pudo sospechar algo. Es cierto que, antes o después, Badía bajo la identidad de Alí Bey tendría que compartir su desnudez con otros hombres en los comunes baños públicos que son costumbre en todo el mundo árabe. De manera que, si quería que la misión tuviese éxito, tendría que verse obligado a preparar aquella coartada. (el Coyote nos recuerda que la mayoría de los alucinados de las conspiraciones han creído ver en su encuentro con las Academias de las Ciencias francesa y británica una supuesta iniciación en la masonería, punto este que no está en absoluto demostrado y que, en el fondo, no tiene porqué tener ninguna relevancia; la tendría, sin embargo, si fuese cierto tal como afirman algunos de esos alucinados, que recibió de aquellas supuestas logias indicaciones e instrucciones con un fin muy distinto e inconfesable del propuesto por Badía a las autoridades españolas para su viaje – pero, como siempre en este tipo de mentalidades alucinadas, una certeza confirma a la otra, y viceversa, y no tiene porqué tener ningún correlato con el mundo real, sea lo que sea eso).
  • 1803, 23 de abril; llegan a Cádiz desde Inglaterra, ya con la personalidad de Alí Bey adoptada por Badía; el 29 de junio, Alí Bey pasa de Tarifa a Tánger. En su embarco para Marruecos, consigue despistar a Rojas, y dejarlo en la estacada. Esto fue mucho mejor para el joven botánico, que tenía otros destinos que cumplir.
Hasta aquí la primera parte; en la próxima entrega, el viaje a Marruecos y demás andanzas de Badía/Bey.

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